viernes, 25 de diciembre de 2009
Pobreza de espíritu.
Hemos dicho a menudo, y también grandes maestros lo han dicho, que el hombre debe estar libre de toda cosa y de toda obra, tanto interiores como exteriores, de forma que pueda ser lugar propio de Dios donde Él pueda actuar. Ahora decimos otra cosa. Si el hombre se ha liberado de las criaturas, de Dios y de sí mismo, pero si todavía es algo donde Dios encuentra un lugar donde actuar, decimos: mientras esto sea así en este hombre, este hombre no vive la extrema pobreza. Pues en sus actuaciones, Dios no busca un lugar en el hombre donde pueda actuar; la pobreza de espíritu es que el hombre está de tal manera libre de Dios y de todas sus obras que Dios, si quiere actuar en el alma, sea Él mismo el lugar donde quiere actuar, y esto lo hará con mucho gusto. Pues cuando Dios encuentre al hombre en tal pobreza, podrá realizar su propia obra y el hombre existir para experimentar a Dios en él. Siendo Dios el hacedor en sí mismo, el hombre, en esta pobreza, reencuentra el Ser eterno que ha sido, que es ahora y que ha de ser eternamente...
Decimos, pues, que el hombre debe ser tan pobre que no tenga ni posea en él ningún lugar donde Dios pueda actuar. Mientras reserve una localización, cualquiera que sea, mantiene una diferencia. Por esto, ruego a Dios que me libere de Dios, pues mi ser esencial está por encima de Dios, en cuanto consideramos a Dios como principio de las criaturas. En esta divinidad, tal como yo la he descrito, donde Dios está por encima de todo ser y de toda distinción, ahí yo era mí mismo, me quise a mí mismo y me conocí a mí mismo, para hacer este hombre que soy y por ello soy la causa de mí mismo y me conocí a mí mismo, para hacer este hombre que soy y por ello soy la causa de mí mismo según mi esencia que es eterna, y no en cuanto a mi devenir que es temporal. Y por ello, soy un no-nacido y según mi virtud de no-nacido no puedo morir jamás. En virtud de mi nacimiento eterno, eternamente he sido, ahora soy y permaneceré eternamente. Lo que soy a causa de mi nacimiento, habrá de morir y de aniquilarse, pues está destinado a desaparecer y a corromperse con el tiempo. Pero en mi nacimiento eterno, todas las cosas nacieron y soy la causa de mí mismo y de todas las cosas; y si yo no fuera, Dios tampoco sería. Yo soy la causa de que Dios sea Dios; si yo no fuera, Dios no sería Dios. Pero no es de primera necesidad saber esto...
Cuando yo fluía de Dios, todas las cosas dijeron: Dios es. Sin embargo, esto no puede hacerme feliz pues así solo me conozco en tanto que criatura. Pero en la apertura, donde estoy libre de mi propia voluntad y de la de Dios y de todas sus obras y de Dios mismo, estoy más allá de todas las criaturas y no soy ni Dios ni criatura. Sino que soy mucho más, soy lo que yo era, lo que permanecerá ahora y siempre. Ahí, recibo un impulso que me eleva por encima de todos los ángeles. En éste impulso, recibo una riqueza tal que Dios no puede serme suficiente con todo lo que es como Dios y con todas sus obras divinas. En efecto, en esta apertura recibo el don de que Dios y yo somos Uno. Allí soy lo que era, no crezco ni sufro mengua, ya que soy una causa inmóvil que mueve todas las cosas. Entonces Dios no encuentra ya lugar en el hombre, pues a causa de esta pobreza el hombre redescubre lo que ha sido eternamente y lo que ha de seguir siendo por siempre jamás.
Meister Eckhart.
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4 comentarios:
Hola Francisco: Impresionante este texto! Impresionante que pudiera florecer esta flor en medio del campo en el que lo hizo y en ese tiempo; e impresionante por la profundidad a la que llegó, pues donde muchos se quedan, él fue más allá, más allá de Dios mismo, a la Fuente de donde mana, hasta el propio Dios.
Como siempre: muchas gracias por traernos textos sin concesiones a la dualidad. Y un gran abrazo!
Gracias por esta belleza.
Y añado: Por todo tu blog. Es magnífico. Hoy me he detenido repasándolo y me he vuelto a maravillar.
Un abrazo y feliz año.
Saludos Z. y Soledad. Un gran abrazo y Feliz año.
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