jueves, 5 de noviembre de 2009
Para.
Para. Por favor, para.
Para de hablar, para de objetar. Deja que haya silencio, aunque solo sea por un momento.
Date cuenta de que tú no puedes hacerlo, de que no puedes lograr que eso ocurra. Date cuenta de que las objeciones y los juicios y las resistencias seguirán brotando en tanto que sigan brotando.
Déjalo estar. Deja ser al silencio, a la quietud.
Date cuenta de que casi cada pensamiento que tienes es un pensamiento "yo" o un pensamiento "mí". Casi todos tus pensamientos tienen que ver con "yo" o se refieren a "mí" o a lo "mío". "Lo que yo siento..., lo que me parece... lo que es para mí..., según mi experiencia..., de donde yo vengo...", y así sucesivamente. Y aun en las ocasiones en que no empleas tales palabras, pensar sigue siendo importante para "ti", porque "tú" piensas que es "tu" pensamiento. "Tu" opinión. Lo que "tú" sientes sobre "ti" mismo o sobre "tu" realidad. Abandónalo ya...
Cuando se te da la inefable gracia, el increíble e inmerecido don de ver, de percibir que lo que piensas es solo una opinión, o que pensar es algo mediante lo cual te identificas a ti mismo; cuando tienes ese don de ser capaz de escucharte, entonces para. Honra ese don parándote. Y suéltala. La opinión. Suéltala. El pedacito de identidad contenido en cada afirmación acerca de ti mismo, cada pregunta que proviene de ti, cada comentario que te concierne, suéltalos. Deja que te detenga la gracia que en un momento dado te permite pillarte teniendo una opinión y hablando como un "yo"; deja que esa gracia te pare...
"Aquietarse" no significa dejar de mover el cuerpo. "Aquietarse" no significa tratar de impedir que aparezcan pensamientos o sentimientos. "Aquietarse" significa soltar el nivel secundario del pensamiento: las opiniones, los juicios, los comentarios. Eso es lo que significa pararse.
Ningún pensamiento que hayas tenido jamás es verdad. Ninguna opinión que hayas mantenido nunca es correcta. Suéltalos. Ninguna idea que tengas o hayas tenido acerca de ti, o acerca de quién o qué eres, se ha correspondido jamás con la realidad. Y jamás lo hará. Suéltalas todas.
Comparar, tamizar, aprender, batallar, imaginar, sentir, pensar..., todo eso es como tratar de asir una sombra o perseguir el viento. En cambio, está el impresionante y desbordante don de parar, de permitir el desprendimiento...
Deja que todo eso pare. Permite que se desprenda. Deja de tomártelo en serio. Deja por completo de sostenerlo. Déjalo estar. Aquiétate. Simplemente, para. Deja que la gracia te pare.
David Carse. (Fotografía: Laguna Roja. Norte de Chile)
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
7 comentarios:
Bien...bien...
Asi... en silencio... dejarlo
todo pasar. Ser sólo
observador...
para dejar de serlo
siendo... observación
Carmen
concienciaprimordial.blogspot.com
Querido Francisco.
Este es un libro que todos deberían leer, un gran maestro que vive de su trabajo, con su familia, que huye de cualquier protagonismo y se llama a asimismo "la cosa" Carse, es para tenerlo muy presente.
Su enseñanza es magnifica.
Gracias por traerlo aquí.
Namasté.
Parar, siiiiiiiii, que descanso!!
La mente es como la rueda del hamster. Gracias por el aviso!
Un abrazo!
Buenos y santos días FRANCISCO
Felicidades por tu entrada, cuya consigna principal es muy (o la más) importante, que no es otra que PARAR,PARAR y PARAR, PARAR el cuerpo o AQUIETARSE como dice DAVID CARSE, PARAR la mente y sus retorcidas líneas de pensamiento,especialmente las creencias, PARAR las identificaciones actuales o las más arraigadas, PARAR las vanas ambiciones, PARAR mis hábitos más reticentes, PARAR para que el SILENCIO se enseñoree de nosotros, Para que nos limpie y nos purifique con la LUZ CLARA del SER.
Que así sea para cada uno y todos.
namasté
pranava das
Hola amigo .
he dado una vuelta por tu blog...me llega adentro ,
Hermoso el post- PARA-
un gran toque de atención para salir del permanente -yo-.
Abrazos.
Me gusto tanto tu post que me encantaria linkearlo, me recuerda al poema de Neruda "A Callarse". Muy linda la proposicion, gracias.
Asi empieza el poema:
Ahora contaremos doce
y nos quedamos todos quietos.
Por una vez sobre la tierra
no hablemos en ningun idioma,
por un segundo detengamonos,
no movamos tanto los brazos.
Así es. Permitamos que el silencio nos bañe de conciencia.
Publicar un comentario