sábado, 23 de abril de 2011

El grano era trigo...


- El grano era trigo resplandeciente e inmortal, que nunca debía segarse, ni fué nunca sembrado. Pensé que había estado allí desde siempre para siempre. El polvo y las piedras de la calle eran preciosos como el oro. Las puertas, al principio, eran el fin del mundo. Los verdes árboles, cuando por primera vez los vi por una de las puertas, me transportaron y embelesaron; su dulzura e insólita belleza hicieron palpitar mi corazón, casi loco de éxtasis, ¡tan extraños y maravillosos eran! ¡Los Hombres! ¡Oh, cuán venerables y reverendas criaturas parecían los viejos! ¡Querubines inmortales! Y los jovenes, ¡resplandecientes, deslumbrantes ángeles! Y las doncellas, ¡extrañas, seráficas muestras de vida y belleza! Niños y niñas, retozando, jugando en la calle, eran joyas movientes. No sabía que hubiesen nacido o hubiesen de morir. Sino que todas las cosas moraban eternamente donde se hallaban, en sus lugares propios. La eternidad se manifestaba a la luz del día, y algo infinito aparecía detrás de cada cosa; lo que correspondía a lo que yo esperaba y movía mi deseo. La ciudad parecía elevarse en el Edén o estar construída en el Cielo. Las calles eran mías, el templo era mío, la gente era mía, sus vestidos oro y plata eran míos, así como sus resplandecientes ojos, clara piel y sonrosado rostro. Míos eran los cielos, y el sol, la luna y las estrellas, y todo el mundo era mío; y yo el único espectador y gozador de ello... Y así fué que con mucho trajín fuí corrompido y se me hizo aprender las tretas del mundo. Lo que ahora desaprendo y me torno, por así decirlo, como un niño pequeño, para poder entrar en el Reino de Dios.

- Tu goce del mundo no es nunca justo hasta que cada mañana te despiertas en el Cielo; te ves en el palacio de tu Padre, y consideras el cielo, la tierra y el aire como gozos celestiales, teniendo tal reverente estimación de todo como si estuvieras entre los Ángeles. La desposada de un monarca, en la cámara de su esposo, no tiene tales causa de deleite como tú.
Nunca gozas del mundo rectamente hasta que el mismo mar fluye en tus venas, hasta que te visten los cielos y coronan las estrellas; y percibes que eres el único heredero de todo el mundo, y más que eso, porque hay hombres en él, y cada uno de ellos es heredero único así como tú. Hasta que puedes cantar y alegrarte y deleitarte con Dios, como lo hacen los avaros con el oro, y los reyes con sus cetros, nunca puedes gozar del mundo.
Hasta que tu espíritu llena el mundo entero, y las estrellas son tus joyas; hasta que te has familiarizado con los modos de Dios en todas las épocas como son tu andar y tu mesa; hasta que has tratado íntimamente esa oscura nada de que se hizo el mundo; hasta que amas a los hombres de tal modo que deseas su felicidad con avidez igual al celo de la tuya; hasta que te deleitas en Dios por ser bueno para todos, nunca gozas del mundo. Hasta que lo sientes más que tu propiedad particular, y estás más presente en el hemisferio, considerando sus glorias y bellezas, que en tu propia casa; hasta que recuerdas cuán poco hace que naciste y la maravilla de haber nacido en él, y te regocijas más con el palacio de tu gloria que si hubiese sido creado esta mañana.
Y además, nunca gozaste el mundo rectamente, hasta que amas tanto la belleza de gozarlo, que sientes la codicia y el anhelo de persuadir a otros a que lo gocen. Y tan perfectamente odias la abominable corrupción de los hombres que lo desprecian, que prefieres sufrir las llamas del infierno a ser voluntariamente culpable de tal error.
El mundo es un espejo de Belleza Infinita, pero nadie lo ve. Es un Templo de Majestad, pero nadie lo mira. Es una región de Luz y Paz, si los hombres no lo inquietaran. Es el Paraíso de Dios. Es más para el hombre, desde que cayó, que no antes. Es el lugar de los Ángeles y la Puerta del Cielo. Cuando Jacob despertó de su sueño, dijo: Dios está aquí, y no lo sabía. ¡Cuán pavoroso es este lugar! No es otro que la Cara de Dios y la Puerta del Cielo.

Thomas Traherne.

lunes, 11 de abril de 2011

esto...


Estoy cuidando a un hombre que padece un cáncer terminal. La enfermedad se ha extendido hasta su próstata y sus testículos, que son ahora del tamaño de pelotas de tenis. Está perdiendo el control de sus esfínteres y por la noche se defeca encima. Reímos y hablamos del partido de fútbol de anoche mientras lavo las heces que ensucian sus gigantescos testículos. No le digo que ahí no hay sufrimiento, no le digo "yo estoy liberado y tú no" y ni siquiera le menciono la no-dualidad. Sencillamente le limpio los testículos. Eso es todo.

Sostengo la mano de una mujer en el hospital. Está muriendo. Su rostro es amarillo y su respiración superficial. El hedor a orina y cloro flota en el aire sobre un tazón de sopa de tomate instantánea que ni siquiera ha tocado. Me veo a mí mismo morir. Morimos juntos en esta solitaria habitación entre flores de plástico y un sopicaldo de tomate. Esto es todo y ella es la cosa más hermosa que jamás haya visto.

Estoy tumbado en una cama de hospital. El cirujano acaba de extirparme un bulto carnoso del ano. Cuando la enfermera quita la gasa que cubre la herida abierta e inflamada, siento como si me clavasen un cuchillo en el ano y luego lo girasen varias veces. Pido algo más de morfina, pero la enfermera me dice que no puede darme más. El universo entero está saturado de dolor.
Un video musical suena con gran estrépito en la televisión que hay junto a mi cama. Entonces el dolor se desvanece súbitamente y se ve reemplazado por la voz de Britney Spears. Sólo queda Britney Spears y una canción titulada Womanizer. Es como si el dolor jamás hubiese estado ahí. Y, si ocurrió, de ello hace ya miles de millones de años... . y le ocurrióa a alguien diferente.

Súbitamente vuelve a presentarse el dolor lacerante. No sabía que fuese posible experimentar tanto dolor. Los ojos se me empañan y casi me desmayo. Luego vuelve de nuevo Britney: "Womanizer, woman-womanizer, you're a womanizer, oh womanizer, Oh, you're a womanizer, baby". El dolor parece moverse al ritmo del movimiento de la danza de Britney.

No hay aquí estabilidad alguna. Nada perdura de un instante al siguiente. Lo único que queda es la crudeza de la experiencia. Puñalada, Britney, puñalada, Britney... el vaivén del universo al respirar.

Jeff Foster.