domingo, 7 de febrero de 2010

Amritanubhava. Capítulo IX (extracto).


La fragancia se transformó en nariz, la melodía dió lugar a los oídos y el espejo se convirtió en ojos para contemplarse;
La suave brisa se hizo fina piel, la cabeza se tornó flores de nardo de fascinante aroma;
La lengua se convirtió en dulce zumo, el loto se abrió para ser el sol, y el ave Chakor se transformó en la luna;
Las flores tomaron forma de abeja, las muchachas se tornaron muchachos y los somnolientos adoptaron la forma de camas en las que yacer;
La vista se convirtió en objetos maravillosos, cual lingote de oro que se transforma en joya para disfrutar de la belleza;
Los capullos de mango se tornaron cuclillos, el cuerpo adoptó la forma de brisas malayas y los sabores se convirtieron en lenguas
Así es como el Absoluto adopta las formas de gozante y objeto de gozo, de veedor y objeto de visión, sin que se altere la homgeneidad de Su unidad.
El crisantemo, al abrir sus decenas de pétalos, se convierte en lo que es: un crisantemo.
Mientras se escucha el jolgorio de la perpetua renovación de experiencias, en el reino de la quietud prevalece el silencio más absoluto.
Los sentidos se precipitan sobre la multitud de objetos de la percepción, pero, imitando el encuentro de la mirada consigo misma al contemplarse un rostro en el espejo, chocan contra ellos mismos.
El que adquiere un collar, pendientes y un brazalete sólo está comprando oro.
Al intentar agarrar un manojo de rizos de la superficie del estanque con el cuenco de la mano, no se recoge más que agua.
Para la piel de la mano, el alcanfor es tacto; para los ojos es color blanco, y para la nariz es un aroma. Sin embargo, el alcanfor alcanfor es.
De la misma forma, todas las distintas formas presentes en el universo no son más que el Absoluto en vibración.
Los distintos sentidos procuran atrapar sus objetos correspondientes. Los oídos, por ejemplo, se esfuerzan por asir las palabras, pero en cuanto las tocan, desaparecen y aquéllos se percatan de que el contacto fué falso.
El zumo es algo intrínseco a la caña de azucar; el resplandor de la luna llena es inseparable de ella.
Cuando los sentidos se encuentran con sus objetos es como la luz de la luna iluminándose a sí misma o como la lluvia que cae en el mar.
Por lo tanto, para aquél que está establecido en este estado, la multitud de palabras emitidas no perturba jamás el silencio de su conciencia.
Por innumerables que sean las acciones de sus sentidos, su ausencia de actividad interior permanece invariable.
En su deseo de abrazar los objetos, la visión extiende al máximo sus brazos, pero en realidad no sucede nada.
Es como si el sol, en una ferviente persecución de la oscuridad, lanzara sus mil brazos de rayos para hacerse con ella: jamás dejaría de ser luz, como al principio.
Si alguien se levanta con la esperanza de experimentar despierto los placeres de un sueño, se encontrará con que está solo.
Incluso cuando un individuo alcanza el estado de desapego puede parecer que disfruta de los objetos de los sentidos pero, en su caso, ambas situaciones (desapego y adicción a los objetos) no pueden coexistir. ¡Es imposible saber lo que en realidad sucede!
Si la luna intentase hacer acopio de su propia luz, ¿cuál sería el fruto de su esfuerzo? Idéntico es el caso del gñani que intentara recordar los objetos de los deseos: sería un sueño infructífero y sin sentido....
Aquí en verdad no existe la acción ni la inacción. La ausencia de participación es lo que prevalece. Todo lo que sucede, todas las experiencias, son un juego del Absoluto....
Dios es el devoto. La meta es el sendero. La totalidad del universo es un único ente solitario.
Aquí, Él es el Dios y Él es el devoto. Libre de toda actividad, se deleita en el reino de la quietud....
Si en dicho estado, surge el deseo de mantener una relación entre Dios y devoto, entre Maestro y discípulo, Dios es el único que puede desempeñar ambos papeles.
Las distintas prácticas devocionales, los artículos para el culto, los mantras, la meditación y la fe no son más que Dios.
Por lo tanto, sólo es Dios el que venera a Dios mediante Dios, sea cual sea la forma.
El árbol crece y se desarrolla, formando tronco, ramas, flores y frutos. Todo ello es árbol.
Los templos, sus ídolos y sacerdotes están constituidos por el mismo material. ¿No es lo natural, entonces, que se produzca la adoración devocional?
Que un mudo observe o no un voto de silencio no alterará su mutismo. De la misma forma, el gñani permanece inamovible en su propia divinidad, tanto si se produce o no la doración.
¿Tiene algún sentido hacer una ofrenda de granos de arroz a una imágen de Dios hecha de arroz?....
Al haber apagado de un soplido las luces de la acción y la inacción, la adoración y la no adoración ocupan el mismo asiento y se alimentan del mismo plato.
En este estado, las sagradas escrituras (Upanishad) son tanto calumnias como dulces cantos de alabanza.
De hecho, tanto las calumnias como las alabanzas se funden en el silencio. Aunque se trate de palabras, son Silencio.
Para el gñani, cualquier camino que emprenda es un peregrinaje a Shiva. Pero realizarlo expresamente (el peregrinaje), sería como no llegar a ningún lugar.
¡Qué extraordinario! En su estado, el caminar y el permanecer sentado comparten el mismo significado.
Cualquier objeto en el que posa su mirada constituye una maravillosa visión de Shiva.
Si el Dios Shiva se le aparece, es como si no viera nada. Dios y el devoto participan del mismo nivel.
Una pelota comienza a rodar por su propia naturaleza esférica, cae al suelo y, al rebotar, se vuelve a elevar alegremente en el aire.
El que haya contemplado el alegre juego de la pelota puede describir la sencilla vida de un ser iluminado....
¡Excelso Señor! ¡Has despertado al ya despierto, arrullado al que yacía dormido y nos has revelado a nosotros mismos!
Somos completamente Tuyos pero, aún así, por puro amor, nos demuestras que Te pertenecemos. ¡Tal reiteración sólo es digna de Tu grandeza!
No le arrebatas nada a nadie, ni tampoco le entregas a nadie algo de Tí....
Te sientes inmensamente complacido al destruir el concepto de diferencia entre Tú y yo y convertirte en lo más íntimo y querido de nosotros mismos.

Gñanéshvar.