jueves, 15 de julio de 2010

Hoy compuse una canción...


- Hoy compuse una canción para Mí, escribí la palabra Tú.

- No hay rebelión posible si antes no ha pasado por la cárcel de la impotencia.

- No enturbies la nobleza del dolor callando: llora.

- Juntos o separados el amor es siempre una distancia a cubrir.

- Como la playa a la ola, yo puedo contenerte, y esperarte.

- Acompáñame a conocernos, acompáñame a interrogarnos, acompáñame a olvidarnos.

- Que no disputen tu imagen en mí, es la imagen perfecta que imaginas de mí.

- ¿Solo porque transporto tu imagen cuidas que no tropiece?

- Cuéntame tu historia: hoy tengo deseos de escucharme.

- Quiero conocerme con amor. Préstame el que por mí sientes.

- ¿Por qué lloras su muerte si jamás podrás amar su cadáver?

- De la nada que soy hice un todo.

- Si todo está en mí, ¿por qué necesitas de mí?

- Y el drama es ese: que mi todo no quiere regresar a la nada.

- ¿Sabes que me hace visible a tus ojos?: Esa luz con que me miras.

- Si pudieras oir todo lo que callo, me suplicarías silencio.

- Ayer, encontraba sin saber qué. Hoy no encuentro, y sé qué.

- El tiempo destruye sus catedrales para dar cabida a nuestras infinitas catedrales.


Hombre nuestro que estás en la Tierra.

I
Que quieres verme hoy, para creer mañana.
Tú que junto a tus cañones rezas.
Tú, inconformista, a quien no basta la vida
sino que además, la quieres perfecta.
Tú que quieres que Yo te convenza,
cuando eres tú quien debe hacerlo, te advierto:
¡Por una sola y única vez ordené el Caos!

II
Hombre nuestro que estás en la Tierra.
Prefiero que te demores más en tu casa
que en la casa que me has construido.
Que tropieces más con los pies y menos con el alma.
Que antes de soñar con el cielo mejores la Tierra.
Que no me adjudiques la paternidad
del mundo que has creado
y que dejes en paz a la paz
porque ¡Hijo Mío! eres un
excedido por tu pequeñez.

III
Para todo adquieres destreza
hasta para desconocerme.
Y para tus prisiones
quieres que haga de cerrajero.
Yo
que me glorío de ser tu Padre
no tu verdugo, te digo:
Todas las profecías de odio y destrucción
que en mi nombre pronuncia el odio,
han fracasado.
Y todos los látigos que los iracundos ponen en mis manos,
se los devuelvo con el rocío.

IV
Hombre nuestro que estás en la Tierra,
concédeme un respiro y escucha.
¡Descrees! ¿De tu descreimiento, no?
¿Clamas piedad? ¿Con quién la tienes tú? ¡Puñales y fusiles!
¿Para compadecerte de tus víctimas? si todo te pertenece,
¿qué es lo que me pides?

V
Quieres explicarme y descifrarme, ¿quién te lo impone?
Te arrodillas. ¿Debo creer en tus rodillas?
¿Crees que dejo de hacer por ti? ¿Por qué no lo haces tú?
Si no me ves en la Tierra
ni en el Cielo. Ni en tu alma
me ves ¿quién eres entonces?
¿A ti te preguntas por tu Creador?

VI
¿Reconocer la felicidad después que ha pasado es obra mía y debo detenerla?
¿Por qué le has puesto mi nombre a la adversidad de los hombres?
¿Puedes creer que sea un Dios de muerte sólo para resucitarte?
¿Qué podemos acordar si siempre vienes a mercar?

VII
Hombre nuestro que estás en la Tierra.
Porque sueño contigo desde el
primer día de la luz,
no quiero ese amor que
para dármelo se lo quitas
a tu hermano.
Alza mi Verdad,
no la esgrimas.
Y deja el incienso
y la mirra, la oración
y la humillación porque
Yo no he muerto.

VIII
Cada vez que cierres el puño
retiraré mi mano.
Por los nombres que me inventa tu miedo,
no responderé.
No te escudes en Mí,
Para esconderte de ti.
No me transfieras tu
perfección ni tu torpeza.
Y no crucifiques a tu hermano.
Yo no existo en una cruz.

IX
Hombre nuestro que estás en la Tierra,
concédeme un respiro y escucha.
Yo que a través de milenios
logré que te pusieras de pie.
Que no te pido nada a cambio
y tú, en cambio,
¡Todo!
Que para que aprendas a creer
desciendo sobre ti
con las formas de la ausencia.
Yo, que no he podido impedir
que la maldad también
entre en los templos
a rezar y rezar.
Que sé que hay pecados
pura invención de los ociosos
de la virtud.
Que voy con tus silencios tratando
que te hablen.
¡Deja de aferrarme!
¡Soy tu Dios, no tu cautivo!

X
Tan sólo un gesto para crear lo creado.
¿Y toda la Eternidad para esperar
que tú lo entiendas?
El Universo puede existir sin ti,
pero muy desolado.
Pero es tu fragilidad la que te hace eterno; y lo hace eterno.
Cesa, entonces de amenazar y amenazarlo en mi nombre.
¡Yo estoy desarmado!
Porque dispuse el Amor como pan,
Un abrazo con odio es una crucifixión.
Por eso, Hombre Nuestro,
deja de repetir y repetir el llanto.
¡Con los mares basta!

XI
Hombre Nuestro que estás en la Tierra
y Yo tan cerca, escucha:
Te han mentido.
No castigo.
Sufro.
Ya que dividir a mis criaturas
en fieles e infieles,
es odio.
Por eso descíframe dentro de ti.
Ya que mi tardanza es la verdad
de mi existencia
y no serías, ni sería Dios,
si mi existencia dependiera sólo de tu decisión.

XII
Te di todas mis obras.
Sólo aprendiste a demoler.
Confié a la Eternidad el destino de tu alma
y al gusano el de tu carne.
Y aún me niegas.
Estás hecho de luz y de sombra
y te Amo sin separar.
Te he creado para que me acompañes,
aunque, si te sigue mutilando la espada del odio,
¡Nunca! ¡Jamás!
Quizá. . . ¡Eras más!

XIII
Porque los que enjuician en mi nombre
lo hacen en su nombre.
Los que con los favores que me piden
me acusan.
Los soberbios, tanto los que me ignoran,
como los que me imponen.
Aquellos que te pusieron anteojeras
para que labres sus dominios,
No los Míos.
Aquellos que sólo aman la justicia para poseerla,
no para compartirla.
Los pusilánimes que, en lugar de perdonar,
piden que Yo lo haga.
Los que vociferan letanías
en vez de escuchar mi silencio.
Los que excedidos por su fervor por Mí,
se olvidan del amor allí.
Aquellos a quienes enseñé a volar
e inventaron las rejas.
Los que librados a su voluntad,
aproximan el Apocalipsis.
Olvídalos.
Tú y Yo, en silencio,
ya hemos construido la Eternidad.

XIV
Hombre nuestro que estás en la Tierra,
¿Puedes escucharme aún?
Entonces, ven.
Que hayas construido mal tu barca,
no me hace culpable de tu naufragio.
Los desposeídos por los que te condueles,
no los he desposeído Yo.
Eres perfecto.
Puedes creer y descreer cuantas veces quieras.
Eres tú el dolor y tú la alegría.
Tu llanto no me conmueve.
Me conmueve tu fortaleza.
Y porque me inclino ante
la infinita sabiduría de la inocencia,
cuando se apague el sol,
celebraré tu primer cumpleaños.
Pero seas lo que seas,
regálame la flor de tu sinceridad.
E ¡Invítame a tu vida!
porque ¡Qué desvalido Dios sería
si existiera sólo para perdonar!

XV
Hombre nuestro que estás en la Tierra,
concédeme un respiro y escucha.
Cuando llamo a una puerta, se arrodillan.
Cuando me decido a hablarles de rodilla, huyen.
Quieren reconocerme hablando,
y se confunden.
Por todo eso
¡Hijo Mío!
Verás que la falta de Fe
pude preverla:
La de imaginación, no.
Y si nada les dice la luz,
aún no han nacido.
Porque volubles y tornadizos
los hombres son,
como un río jugando a la sed.
Y no comprenden que innumerables son,
como las estrellas,
pero su alma soy Yo.

Nemer ibn El Barud.

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