
Para el jnani que ha comprendido realmente la identidad de su ser interior con el brahman infinito,
no hay renacimiento ni transmigración ni liberación.
Él está más allá de todo esto.
Está firmemente establecido en su verdadera naturaleza, de cualidad absoluta,
en la que son inseparables existencia, sabiduría y beatitud.
La existencia de este cuerpo, y del mundo como realidad desligada de ese todo,
es a los ojos del jnani una ilusión, que no puede eliminar,
pero que ya no es capaz de engañarle.
A la muerte de este cuerpo, al igual que en vida,
él está siempre donde eternamente está, es siempre lo que eternamente es
-el principio primero de todas las cosas y de todos los seres-:
sin forma, sin nombre, sin mancha, sin tiempo, sin dimensión y absolutamente libre.
La mente no puede acercársele, los apetitos no pueden torturarle,
los pecados no le mancillan; él está libre de todo deseo y sufrimiento.
Ve el Sí-mismo infinito en todo, y todo en el Sí-mismo infinito,
que es su Ser.
El jnani confiesa su experiencia así:
Soy infinito, imperecedero, origen de mi luz y de mi existencia.
No tengo principio ni fin.
Ni nací ni puedo morir, cambiar o deteriorarme.
Impregno e interpenetro todas las cosas.
En la miríada de universos de pensamientos y de creación,
solo yo soy.
Robert Adams.