martes, 28 de octubre de 2008
No Hay Nadie En Casa.
Hay una historia de un pianista que ilustra bastante bien la importancia de comprender esta idea del no-hay-nadie-en-casa. La historia es la siguiente:
Un pianista muy famoso vive en una bella casa de campo frente a un río. Cada domingo por la mañana, al amanecer, da un pequeño paseo en su barca por el río para evadirse durante algunas horas del ajetreo de la vida cotidiana.
Un día deja que la barca sea arrastrada corriente abajo y, después de un rato, echa el ancla en medio del río. Y ahí está él, sentado en su pequeña barca, muy temprano por la mañana. No hay nadie alrededor. El pianista contempla la superficie del agua, disfrutando la paz y el silencio de estar en medio de la naturaleza sin hacer nada. Al estar sentado tan tranquilo no puede evitar pensar por qué las personas tienen siempre tantos problemas las unas con las otras. Al escuchar el canto de los pájaros, al contemplar los colores del sol reflejados en el agua, piensa en lo difícil que se hace creer que existan tantos problemas en el mundo. Se pregunta por qué estamos siempre enfrentados a nuestros vecinos y amigos.
De repente, sus pensamientos se ven interrumpidos por alguien que ha chocado con su barca por detrás. El pianista se sobresalta sorprendido y furioso, y se da la vuelta maldiciendo. Entonces, en un momento intemporal, se da cuenta de que la barca que lo había embestido ¡estaba vacía! Que le estaba gritando a ... nadie. Comprende que su barca había chocado con otra que iba a la deriva. Su rabia desaparece inmediatamente y, en un instante intemporal, una paz absoluta desciende sobre él y sobre todas las cosas. Se produce una unidad con todo lo que existe y al mismo tiempo se ve envuelto por un amor infinito.
Poco después el pianista se da cuenta de que esta colisión constituye una metáfora para las preguntas filosóficas que se estaba planteando. Todas esas personas con las que creemos tener problemas son como barcas vacías. No hay ningún capitán en las otras barcas. ¡Que increíble descubrimiento! Todos los habitantes de este planeta han sido hipnotizados por la creencia de que somos individuos separados, cada uno viviendo en un cuerpo diferente que camina por la superficie de la Tierra. Esto es lo que todos creemos porque imaginamos ser el capitán de nuestra propia barca.
Todos decimos: "En mi cabeza tengo un capitán que goza de libre albedrío y capacidad de elección", y por lo tanto concluímos: "Como todos los cuerpos que andan por ahí se me parecen, entonces también deben tener un capitán". Y todos nos dejamos hipnotizar por esta creencia simplemente porque .... parece tan real.
Ahora todo ha quedado clarísimo en la mente del pianista. Su propia barca también navega sin nigún capitán... Sólo sigue la corriente que la ha llevado hasta donde se encuentra. En otras palabras, ve que su cuerpo, en el que siempre había creído vivir, es una caja vacía. Es como una radio que toca música de piano, ¡no tiene ningún pianista dentro! Ahora se da cuenta de que "¡no hay nadie viviendo en este cuerpo, no hay nadie en casa! No existe ningún capitán en mi barca y tampoco capitanes en las otras barcas". Y éste fué el final de sus preguntas y de su sensación de separación. El pianista necesita sentarse por un momento para asimilar las consecuencias de lo que le ha ocurrido.
Después de permanecer sentado un buen rato, empieza a sentir hambre. Su estómago lo trae de vuelta al mundo real. Sin embargo, la paz y el amor siguen ahí, en un segundo plano. Todo es asombroso y normal al mismo tiempo. Vuelve a su casa remando contra corriente para poder desayunar. Mientras bebe su café se da cuenta de que todas las cosas son tal como son. Sin bien, sin mal, sin pasado, sin futuro, sin ahora. ¿Cómo puede ser tan obvio y tan simple y, sin embargo, nadie se da cuenta? El sonido de la nevera, el olor del café, el sabor de la mermelada, todo es un expresión de Esto.
Se da cuenta de que este Secreto abierto a todos se encuentra más allá de la comprensión ordinaria y por mucho que le gustaría compartirlo con sus amigos, sabe que no tiene las palabras para expresarlo. Y a pesar que la vida del pianista cambió por completo ese domingo por la mañana y nunca volvió a ser la misma, nadie se dio cuenta de lo que le había ocurrido. Él siguió tocando el piano igual que siempre.
Jan Kersschot.
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