martes, 7 de julio de 2009

Samadhi.


Desvanecidos ahora los velos de la luz y de la sombra,
evaporada toda estela de tristeza,
lejanas ya las auroras de la alegría fugaz,
ausente el difuso espejismo de los sentidos.
Amor y odio, salud y enfermedad, vida y muerte:
han perecido las sombras de falsedad representadas en la panatalla de la dualidad.
acallada ha quedado la tormenta de maya
al contacto con la varita mágica de la intuición profunda.
Presente, pasado y futuro no existen ya para mí;
sólo un presente eterno, un Yo que lo llena todo, Yo en todas partes.
Planetas, estrellas, polvo de estrellas, Tierra,
erupciones volcánicas de cataclismos finales,
hornos cristalizadores de la Creación,
glaciares de silenciosos rayos x, aluviones de electrones ardientes,
pensamientos de los hombres todos -pasados, presentes y por venir-,
cada brizna de hierba, yo, la humanidad,
cada partícula de polvo universal,
la ira, la codicia, el bien y el mal, la salvación y la lujuria,
todo lo digerí, todo lo transmuté
en un vasto océano de sangre de mi propio y único Ser.
La dicha que ardía lentamente, y que la meditación avivó
hasta enceguecer el humo mis ojos llorosos,
estalló en inmortales llamas de beatitud
que consumieron mis lágrimas, mis confines, mi todo.
Tú eres yo, yo soy Tú:
¡Cognoscente, Conocedor y Conocido son Uno!
¡Tranquilo e inmutable entusiasmo, paz eternamente viva, siempre nueva!
¡Gozosa beatitud del samadhi, que ni la más elevada expectativa puede imaginar!
No es estado inconsciente
o anestesia mental sin retorno voluntario
el samadhi, sino que extiende mi reino consciente
más allá de los límites de mi marco mortal
y hasta el más lejano límite de la eternidad.
donde Yo, el Mar Cósmico,
contemplo al pequeño ego que flota en mí.
Se oye el murmullo de los átomos en movimiento;
la tierra oscura, las montañas y los valles, ¡quién lo hubiera imaginado: se funden y fluyen!,
las aguas de los mares ¡se transforman en vapores de nebulosas!
y sobre los vapores sopla el Aum, rasgando prodigiosamente sus velos.
Los océanos se revelan como electrones luminosos
hasta que, con el último redoble del tambor cósmico,
las luces más bastas, se desvanecen, y quedan sólo los rayos eternos
de la omnipresente beatitud.
De la dicha vine, por la dicha vivo, y en sagrada dicha me diluyo.
Océano de la mente, bebo todas las olas de la creación.
Los cuatro velos de lo sólido, lo líquido, el vapor y la luz
benignos se elevan libres.
Yo, presente en todo, entro en el gran Yo Mismo;
Han desaparecido para siempre las intermitentes sombras danzantes de la memoria mortal.
Inmaculado está mi cielo mental: abajo, delante, y en lo más alto.
La eternidad y yo: un rayo unido.
Un imperceptible espasmo de risa: soy ahora el propio Mar de la Alegría.

Paramahansa Yogananda.

5 comentarios:

Sankara dijo...

Hola Francisco.
"Tú eres yo, yo soy Tú.
¡Cognoscente, Conocedor y Conocido son Uno!
Del más puro estilo Sankariano, perfecto.
Namasté

Anónimo dijo...

Gracias por esta avalancha de gozo y unidad.

(z) Victoria dijo...

Hola Francisco: Extraordinario!! "De la dicha vine, por la dicha vivo, y en sagrada dicha me diluyo." Bueno todo el párrafo, indescriptible.
Sólo gracias y un abrazo!

Pao_San dijo...

Uf!....sentí que el corazón se me salía del pecho cuando lo leí... senkiu..senkiu :)

Francisco dijo...

Hola Pao_San. En realidad es un poema muy conmovedor y lleno de gozo como apunta Bacdiras.
Un gran abrazo sankaradas, Z., Bacdiras y Pao_San.